Si en el nombre está la penitencia.
Si el nombre es la
penitencia, nuestro personaje estaba perdido.
La falta de enfrentamiento entre sus padres
por el bautismo y la negación a escoger uno u otro de una lista de nombres le
había dado a la mejor usanza de familia romana un montón de nombres. Cada uno
lo aunaron a sus apellidos como cargando vagones de más a una vieja locomotora
en sus últimos días.
Definitivamente no sería un Augusto, no tenía
las capacidades ni una Livia que persiguiera sus pasos, no sería un Tito o un
Andrónico, mucho menos un Calígula; No
era tan monstruoso. Pero tal vez podía ser un Claudio. Ya saben, tartamudo de
los nervios, tullido para la intriga y
el deporte. Su nombre no era Cesar Augusto Tito Livio Andrónico Calígula pero
su situación era muy similar.
Su primer nombre era
el de su padre y el de su abuelo. De personas trabajadoras pero tontas que
nunca respetaron más que a sus propias personas y que demostraron ese egoísmo
con creces. Yacía ahí la primera condena.
Le avergonzaba el
nombre y afortunadamente terminó rezagado a documentos de los primeros días de
su nacimiento, siendo que pocos lo conocieran por tal. Y mucho menos el peso
del pasado que su ascendencia colocaba en sus hombros. La condena de esta
inicial lo perseguiría quisiera o no incluso frente al espejo. Pero el nombre
heredado sólo es interesante si trae una serie de infortunios, significados o
glorias de las cuales el receptor no tiene nada que ver. Los otros dos son los
que eran interesantes.
Su segundo nombre era
el mismo que el primero de Allan Poe, también el primero de Burrroughs y el de
Degas. Después del primer contacto de una boca carmín de hermosa sonrisa se
había encendido la mecha que terminaría por explotar en su personalidad y
sufrimientos. Como Allan conocería su Berenice, Morella y aquella que los
ángeles del cielo llaman Leonore. Siendo que, taciturno en la plutónica su
memoria al retrato de su amada las sombras crecerían. Con su memoria en una
tumba el desganado sopor y miedo vencería los polvos del sueño. Su melancolía
se convertía en terror y la magra guardia nocturna de su enfermo corazón en el
trago agónico de lo nocturno. Las imágenes en los cuadros crecerían como la
presencia de un animal de caza en la oscuridad del bosque.
Su tercer nombre
significaba lo mismo que la romana Venus; La belleza sin paragón, el amor que
como la vida surge del mar. Pasión complaciente de Sandro el esclavo de los Medici.
También era igual al hijo prodigo vencido de orgullo, el condenado al abismo
último de los mundos y la oscuridad sin fin, aquel que en el último círculo
tiene su trono, el más hermoso de la creación y antagonista de todo lo que es
amor; La estrella de la mañana, Lucifer.
Genética de la
sintaxis por infortunio de un ejercicio de Cabahla.
Que perdido estaba.
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