Paseo del Pedregal


Caminando nada más, se obligaba a pasear por los muros negros y las casas de arquítecto, para pasar por su casa, para mirar ls rejas empolvadas y escuchar el ládrido de los perros. Con la cabeza girando buscaba la calle de "Cascada" y el mate terroso del viejo Renault.

Cruzaba por "Agua" cuando apareciendo por la empinada encontro en dirección contraria a la defensa plástica portadora de las iniciales en las placas V, E, S. Las tres letras habían hecho incápie en su memoria, demasiados autos iguales, tantos sedanes oscuros que se sentían como pasos en la casa al cruzar el pavimento, en cada semáforo, en todos los estacionamientos.

Asustado y con vuelcos en el diafrágma, baja la cabeza avergonzado. El dintel de sus ojos alcanzan a capturar la figura amarilla en sol y de rosa la flor que cuelga en el retrovisor. El motor desacelera, su dirección se curva ligeramente a la banqueta, no hay freno, una camioneta gris se interpone en el bandazo último para que se encontraran, sigue su camino.

Comienza a acelerar el paso por el semi vertical paseo y sus camellones adornados con guirnaldas y otras flores helíotropas. Con garganta seca concentra su mente en el andar, en olvidar cualquier vestigio de la mujer que conduce ese Renault redondeado que apesta a caricias y besos, del insoportable olor de unos hombros que sostienen la primavera. Agradece que el reflejo del sol y su escolta de nubes cargadas con agua evitaran verla.

Llega a "Cascada" aún con el miedo de que el auto regresara sólo dedica un minúsculo vistazo, para decirse que pasó por ahí, que recorrio nuevamente la locación en la cual tantos años antes se había presentado en un octubre como ese para abrazarla en motivos de amor pérdido y del cumpleaños de ella, la vez que con el rostro en su pelo decidió poseer ese aroma para él, por siempre.

Sigue, contínua, avanza, por el rabillo cuida que el deseo formulado en voz baja por su mente no se cumpla, que no vaya a él. Cruza "Rocas" queriendo aparecer una esquina, correr por ahí, salir del paso principal. Llega a "Farallón", sale al fin del camino aún cobarde del escuchar ronroneos de una máquina tras sus pasos.

Sigue, llega a "Fuego", calle paralela por la cual puede realizar su regreso, la respiración se le tranquiliza, se detiene a ver una casa y los járdines de un hogar creado por el arquitecto Koti, en contra esquina, arreglados por otro artista sobre el negro de la piedra volcánica los indicadores de las calles cambiaron, de "Rocas" y "Fuego", ahora se lee: "Bocas, Ruego".

Ella se ha ido. Tan cerca del hogar de ella, pero ya salvado de la penitencia de su gracia revisa su telefóno, con un mensaje que sabe de ella ahí:

"¿Caminas nada más?
Lamento no poder
regresar por ti que
te vi. Cuidate
Quetzal"


Sabía que de en cada tiempo paseaba por ahí rogando ver a su ventana sin ser descubierto, negandose el querer verla y sólo espiarla con cariño mientras sale o cruza con destino diferente al suyo, de llenarse con pavor si se encontraban. Eso se le había hecho costumbre, hacerse eso era su costumbre.

Paseaba y nada más, llegando a la facultad donde sabía hacía lo mismo para tal vez un día encontrarla como sucedía algunas veces.

Se sento en los járdines soñando se apareciera para poder leerle estas palabras que escribe:

"Me cuidaré, me cuidaré de mi mismo Karen"




Disculpen la ortografía, todo se plasma como es, sin correción ni nada. El diseño en rojos es de los chavos de TROPICAL TOXIC, buenas cosas ahí

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