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Mostrando las entradas de 2014

Una Vez me Enamoré

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Una vez me enamoré de una bailarina. Bueno, realmente no lo era en ese momento. Pero su alma y pasión la convertirían en artista, su nombre simplemente mostró el camino sobre que musa escuchar. No fue sutil al robarme un beso en aquella ocasión hace ya tanto y dejarme temblando durante días enteros. Los años pasaron y millones de letras en cartas y suspiros al conteo de estrellas para saber de ella la convirtieron poco a poco en la confidente de mi alma. Aún no conozco a nadie con quien pudiera expresar el disfrute y poesía en el caer de las hojas, ver en sus hermosos ojos comprensión y aliciente de toda idea, de cada palabra. Un día descubrió el arte en su cuerpo, y lo quiso compartir todo conmigo; La música, la fuerza, el dolor con escenario en mi habitación blanca sólo con la iluminación de los faroles en los edificios vecinos. La extrañaré para siempre y mi vida no creo conozca jamás un alma en la cual derramarme como tormenta, ella siendo mi río. Una

Si en el nombre está la penitencia.

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Si el nombre es la penitencia, nuestro personaje estaba perdido.   La falta de enfrentamiento entre sus padres por el bautismo y la negación a escoger uno u otro de una lista de nombres le había dado a la mejor usanza de familia romana un montón de nombres. Cada uno lo aunaron a sus apellidos como cargando vagones de más a una vieja locomotora en sus últimos días.   Definitivamente no sería un Augusto, no tenía las capacidades ni una Livia que persiguiera sus pasos, no sería un Tito o un Andrónico,   mucho menos un Calígula; No era tan monstruoso. Pero tal vez podía ser un Claudio. Ya saben, tartamudo de los nervios,   tullido para la intriga y el deporte. Su nombre no era Cesar Augusto Tito Livio Andrónico Calígula pero su situación era muy similar. Su primer nombre era el de su padre y el de su abuelo. De personas trabajadoras pero tontas que nunca respetaron más que a sus propias personas y que demostraron ese egoísmo con creces. Yacía ahí la primera con

Mi primer intento para mi cuento de Vermillion Sands

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Las vetas de cuarzo brillaban.  Algas rojas en una marea inmóvil bajo la luz del cenit. Esos eran los arrecifes de arena en el desierto de Vermillion Sands. Había regresado a Vermilion Sands con sus casas de playa psicotrópicas aquel verano con varias razones en mente. Primeramente anhelaba nuevamente ese ambiente de intelectualismo soberbio y egoísta donde todos hablan con los ojos cubiertos. Extrañaba el murmullo del chismorreo entre cervezas y el ruido de trote de los viejos cadillacs. Los paseos por la costa en veletas terrestres, el simple navegar y viento sobre las dunas de cristales por los caminos que provenían desde el lago de arena. Mil lunas son suficiente razón para querer un reencuentro con memorias borrosas y melancolía irrepetible. Hay una cualidad de romanticismo tan grande en el ejercicio de recuperar imposibles. Las noches entre risas y juegos con amigos, el suspiro de unos labios quietos al oído en una noche insomne y calurosa. Por supuesto, todo ésto