Comite de la Signeta



Quema con el viento, imagen de tundra. Él es oscuro, perturba la creación con su presencia. No hay manos, no hay pies ¿Dónde está la voz de Samanta, sus labios de rubí? Se hunde y todo lo que puede recordar es el sonido del piano. Aparece el murmullo de bronces, ahora, tímidas percusiones. Se desprende ¿Quien es él? Vida, amor, derramandose por texturas. Consumiendose por deseo en mapas de cenizas grises en los reflejos de un lago perturbado. Ese es el cosmos que entra y asimila con el único sentido que es él. ¿Qué pensaría el ojo si fuera un ente completo, que sólo conoce lo que ve? Grises más complejos, pero los mismos.

Felicidad, felicidad, felicidad, que ambiciosa meta, no existe sino como pretención. La flama se parece tanto al sol sin serlo.

En el patrón de plumas se inspira el oceáno y su caricia de la cual no se puede huir.

Que cerca estaba, la tecnología le había dado todo, su único trabajo era ponerse así mismo y hacerlo, el reto sería entender el valor de su logro. El gris es una voluta de humo sin donde disolverse. El comfort no es de andar descubierto, sino el espanto de andar encerrado, pensar la sálida. Que escabroso pico, mortal.

Se desprende, sigue siendo.

Silencio.

Aulla.

Sin respuesta.

Avientame al agua, a todo lo que no soy yo. Al hambre de un cuarto sin habitar. De años que no pisaré, que quiero acariciar en tus mejillas, obsrvar trás tus anteojos, darle forma de roble redondo, bajo tu manta acompañado.

Que la fealdad caiga en el olvido. Mirame, ¿Qué ves? Y te ríes, la comezón sería. El regálo de una hoja para desdeñando, tirarla a los monstruos adoquines. Pensé que tal vez valdría.

La vergüenza muerde con afilada homodoncia, respira aire y dispara sonidos. El color del trigo desapareciendo por los pasillos. Lo que veo, tintado en negro, para que no lastíme.



A mis pies, la muestra de incontables arcos invertidos, decolorados en amarillos, anunciando a cielos nublados, las estrellas invisibles.

Me persigue el grito de murcielagos, una tormenta de vidrios rasguñando rampas de metal.

¿A dónde? El centro de un diseño floral, fractal, de azul sobre blanco donde todos son mudos y los discos cantan, donde el oriente se sueña en un faro, donde las grietas son abismos.

Encuentro que las células son irrompibles, su peso astronómico y la tradición se desvanece independientemente del lugar.

La lluvia crea nuevas aletas bajo nuestros cuerpos. ¿Por qué no vemos que nacen para suavizar nuestro movimiento, para nublar lo sólido y convertirlo en arcoiris?

La delicia de respirar humo, que el blanco en la nuca no nos alcanze.



Deberías usar mis manos para acariciar tu hombro. Sentarte sólo conmigo e ignorar lo que diga la ropa.

Bajo lo que quede de sol voy a temblar, envidiar que siempre hay más para tí.

Te bendigo locamente, una desgracia el tiempo que elegí.

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