Historia de un Capricho


Necesito escribir esto, para que no vuelva a pasar.

Comenzo hace casi diez años, recién ingresaba a la escuela preparatoria, se cursaban los primeros meses del año dos mil, y sus promesas de un futuro que le habían prometido a los jóvenes de los años cincuenta, con energías renovables, información a un click y doscientos canales de televisión, la razón del ingreso a principios de año en vez de los finales del verano se debía a que una huelga estudiantil había azotado los rangos y actividades por meses y meses hasta que una intervención policial nos permitió ingresar a un plantel a tomar clases en la preparatoria número 6, dependiente de la universidad nacional autónoma de mi país.

Pasaron un mes, tal vez dos, mis actividades en la mañana se concentraban principalmente en abandonar o faltar a clases para leer a las puertas del salón, esperando el medio día para ver a todos mis asociados y simpatizantes a lo largo y ancho del plantel. Fue en una de esas tardes que la conocí, llego interrumpiendo mi lectura con ojos ligeramente rasgados y una pregunta sobre que ocupaba mis manos y mi atención, lo recuerdo claramente, era una copia del segundo libro del señor de los anillos, la llamada “Dos Torres”, con sus ilustración de John Howe sobre una atalaya negra, pensando que sería una persona que no sabría de cerca lo que trataba, le explique de un modo sencillo la obra, la fantasía y un poco del autor. Minutos después sintiéndome avergonzado ella me platicaba el como andaba leyendo ella “el Hobbit” del mismo autor. Finalizando, se despidió, para mí sólo era una curiosidad el que otra muchacha me dirigiera la palabra sin conocerme, parecía muy normal que nadie se juzgara, que todos quisieran conocer a todos simplemente al ver algo que tenían en común y llegar desde lejos sólo para hablar de ello, así había conocido a mis compinches y compañeros en la escuela, y a su vez ellos así a otros tantos, no tenía razón para pensar diferente.

Pasaron algunas semanas hasta que en la misma situación, con esta vez el “Aurora” de Nietszche a las afueras del salón, ella volvió a llegar con la misma pregunta, de manera inmediata respondí con la misma cuestión sobre su actual hábito de lectura, me sorprendí sin querer hacerlo al ver en sus manos “La gaya ciencia” del mismo Friederich que había escrito la rústica en mis manos, nos sumimos entonces en el compartir de una para de experiencias y párrafos sobre nuestras mutuos libros.

No recuerdo cuantos días pasaron, tal vez uno, tal vez tres, inclusive semanas o meses, pero nos veíamos y hablábamos con mucha frecuencia, pudo a ver sido un día, tal vez un mes, pero hablamos mucho en ese lapso, hasta que una tarde, yo ensimismado en una perorata sobre no sé que, ella me calló tomando mi rostro entre sus manos y besándome. Semejante experiencia escapaba de cualquier otro contacto similar que tuviera, su lengua moviéndose como queriendo batir mis dientes, no sabía que hacer, no sabía como respirar, donde poner mis manos, menos si dejar abiertos o cerrados los ojos, tenía quince años, ella catorce y así siguió girando el mundo mientras yo seguía atrapado en ese lugar. Mis labios enrojecieron, mis piernas y manos temblaban de nervios, de miedo, de emoción, y ella me miró mientras yo saboreaba un sabor en mi boca que no era ni de mi pertenencia ni de algún alimento, “Ya tengo que irme” no pude hacer sino acompañarla a la salida de la escuela mientras me parecía recordar una imagen de un amigo pasando a mi lado levantando sus pulgares en señal de apoyo y felicitación. Mientras, seguí dudando de ser yo mismo en ese momento y en ese lugar. “De ahora en adelante serás mi novio”, mi respuesta aún se encuentra escondida para mí, tal vez jamás vuelva a cernir mano sobre ese instante, pero eso dijo y entonces algún otro día llego.

Lo que pasó, duró dos meses, no más, por la sencilla razón de que un día la vi besándose con otra persona, y al poco después me encontraba como una furia debido a que no la encontré en un par de veces en un lugar donde con anterioridad acordamos encontrarnos, y esperar durante una hora a alguien dos veces continuas que creías tu novia después de que la viste besándose con otra persona, no fue un buen momento. Al día siguiente me encontró, ya que por desgracia esconderse en una escuela de otro estudiante es tonto e imposible. Me beso el cuello, me pidió perdón, me aseguro que no nos habíamos visto por que ella estaba sencillamente en la parte de arriba de donde yo aseveré la andaba esperando, palabra alguna no le dirigí, me retire ese día. Volvimos a salir, sí, se me insinuó de que la llevará a un lugar lejano y callado para los dos, yo temeroso, fingí locura en sucesivas ocasiones. Incluso un día mientras salíamos de un pequeño cine, ella me pidió directamente que le hiciera el amor, mi respuesta fue un beso, y después de algunas horas, sólo una despedida.

Me cambie de escuela, la vida era diferente y otro momento, sólo recordaba y anotaba en un viejo cuaderno rojo el como tenía sueños con ese primer y velóz amor con todos sus altibajos de un par de meses, conocí otra persona, hija de una pintora, me enamoré como no lo había hecho, como no me lo había permitido en dos años, con experiencias y respuestas a todos los miedos de aquella mujer con su libro del Hobbit, con una supuesta solución a todo lo que había sálido mal, mi error por segunda vez, no me le acerqué físicamente aún cuando tuve la señal, el permiso, de ella sólo recuerdo nuestras sesiones de besos en una esquina a dos cuadras de su casa mientras yo esperaba el transporte que me llevaría con mis amigos, siempre la acompañaba a su casa, siempre que se podía.

Pasaron los mismos dos meses, era enero, y ella me dijo que ya no quería seguir conmigo, me derrumbé, completamente en piezas, envuelto en llanto le suplique de manera por más patética que no lo hiciera, que sin ella preferiría la muerte. Con rostro colorado y voz cortada por mis nasales tapadas, con ojos hinchados, ahora no me sorprende su negativa. Pero ¿Qué hacer? Nuestro salón era el mismo, nuestras clases las mismas excepto por un par, y ella ahí todo el tiempo. Yo salía a mitad de las clases en un ataque de llanto,me escondía en el último piso cada descanso para no verla, fueron meses terribles, entonces cerca de salir de la preparatoria, aún muy resentido y con cicatrices muy frescas, así conocí a Natalia, por ella y su hermana decidí mudarme donde mi padre para estar sólo a cincuenta metros de ellas todo el tiempo, de ellas y de sus amigos, mis amigos que siempre se juntaban en su casa. Al final ya no era tan grave que ahí estuviera esa mujer por la cual derramé un mar que quedó seco hasta hoy en la preparatoria, al fin ya iba de salida hacía la universidad, tenía nuevos grandes y fieles amigos, no importaba tanto, incluso, cuando me gradué de la preparatoria, no asistí a ninguna fiesta, de hecho el día de la famosa graduación sólo tomé mi diploma y me retire, corriendo, sin despedirme, sin hacer caso de que la ceremonia empezaba, ¿Qué importaba?, mis padres no estaban ahí, y mis amigos me esperaban para desayunar y hacernos de copas, como lo fue casi cada día durante todo ese verano.

Y Natalia, ella se había convertido en mi mejor amiga, cuando los demás no podían salir, o simplemente andaban un poco lejos, ella siempre estaba ahí, y yo para ella, salimos mucho a lo largo de un año, su amistad y la de los demás borró poco a poco los recuerdos y sueños de esas dos mujeres, fue entonces que una noche de tormenta eléctrica, en marzo, acostados uno al lado de otro en la alfombra de su sala como acostumbrábamos quedarnos todos, fuera uno, fueran seis, rondando las cuatro de la mañana, en una duermevela con sabor a lágrimas, nos besamos, sin locura, tranquilos, con nervios, con miedo, pero con la seguridad de que ella siendo mi mejor amiga y mi pareja de actividades por todo un año, de que todo estaría bien. En un momento la detuve, la mire a los ojos en la oscuridad y le pregunté si ella estaba segura de lo que hacíamos, que yo era una persona temerosa, de mala salud y poco dinero, ella me miro y dijo que no importaba.

Pasaron un par de años desde esa noche, ya no era vecino de Natalia, pero casi no había noche libre que no pasáramos juntos, no había actividad que no hiciéramos juntos, mis amigos eran sus amigos, todo era un nosotros, y mejor y más divertido no fue jamás.

También cursaba un semestre diferente en la universidad, a lo largo de esos cuatro años no había perdido contacto con esa mujer que un día saliendo del cine me pidió que le hiciera el amor y que yo ignoré, y un día la encontré en mi facultad, nos hablamos, charlamos un poco, nos veíamos en la escuela de vez en cuando, estudiaba en la misma facultad, y esconderse de alguien de tu misma escuela es tonto, sin ninguna intención, sólo esa vieja persona con la cual se compartió algo especial una vez, hace mucho tiempo. Aunque, siempre me había quedado un cariño idealizado sobre ella. Los años habían pasado y de nubes y arena construí un castillo muy grande. De repente, en esa pequeña frecuencia me convertí en lo que de cierto modo núnca dejé de ser, en su amigo, escuchaba el como la relación con su novio desde la prepa después de mí había sido desastroza y obsesiva al grado que se hacían daño, que había perdido un bebe, y yo la escuche. Entonces en esa frecuencia comenzo a buscarme queriendo repetir el otrora, eso entendía, eso veía, inclusive un par de veces escape de ella corriendo, yo tenía a Natalia y a pesar de esa duda, de ese pequeño capricho, no quería hacerle daño ni a una ni a otra, incluso la vez que se arrojó una noche en mis brazos después de recomfortarla, me le negué, le dije no. Hasta que un día, mientras comíamos pizza le conté de modo claro de que estaba Natalia, de que la quería, de que no podía estar con ella por más que la quisiera como sueño, deseo o amiga. No volví a saber más de ella excepto por uno o dos correos electrónicos que nos mandábamos al año para nuestros cumpleaños y año nuevo. Yo amaba a Natalia y no importaba nada más.

Entonces llegaron los finales del dos mil ocho, yo compartía mi vida en su plenitud con Natalia, pero como cada final de año, ella debía retirarse con su familia por las fechas, a unos dos mil kilómetros por cerca de un mes, yo tenía que quedarme en la ciudad por mi recién adquirido trabajo. Como desde hacía cada cinco años, nos despedimos sabiendo que al regresar nuestra relación sería mejor.

Llego enero y con él, Natalia regreso a mis brazos, como siempre, los primeros días de volver a vernos, de contarnos lo que había pasado y lo que hicimos llenó tarde enteras, pero ella regresó con algo gris, por la incertidumbre de hogar y relación con sus padres, así como su carrera, y claro, también con su nuevo amor, su mascota.

Primero perdió dedicación a su persona, después se dedicaba a su mascota, y comenzaron los pequeños reclamos de las cosas, que debía pedirme besos para que yo se los diera, que tenía ella que decir que me amaba para que le respondiera de forma similar, que ya no nos acercábamos en las noches, que si veía una película solo que ella quería ver o salía un día con algún amigo o alguna fiesta sin ella, porque era “nosotros” y parecía que cualquier cosa que no hiciéramos juntos era algo que debía ofenderla, Llego febrero y con eso un poco de cansancio de mi parte, recibí un mensaje de esa mujer de hace nueve años, si quería volver a verla, acepté.

La vi en un par de ocasiones y llego marzo, mi domicilio diferido nuevamente y finalmente era un lugar para mi solo, donde dormiría y tendría fiesta cada viernes, un lugar que ofrecerle a Natalia sin importar que pasara con sus padres o su situación, podía ofrecerle mi casa y unos brazos, me preocupaba su aptitud desde que regresara en enero, pero tal vez sólo era cosa de tiempo. Y la mujer de muchos ayeres me mandaba mensajes, y yo seguía soñando con ese capricho.

Fue abril y no me sentía cómodo con Natalia, había algo en ella que no cuadraba, y prefería ella llorárlo en los brazos de algún amigo mutuo en una fiesta, en vez de recurrir a mí, eso sólo significaba que yo era el problema, esa misma noche respondí con un mensaje igual de sugestivo uno de los mandados por la mujer que un día decidió robarme un beso.

Natalia llego a leer el mensaje que mande, lo hablamos, le juré que no era más que una inquietud, un capricho, eso y algunos escritos donde reflejaba los muros de ese castillo que construí de ilusiones y en el como tantos años con Natalia se había tornado en última instancia en algo no muy bueno. También fue el inicio de grandes celos, ella deseaba estar todo el tiempo conmigo, no que fuera algo malo, pero sí cuando miraba sobre mi hombro todo el tiempo para saber que o no hacía, a donde me dirigía con amigos, enojándose cada vez más por no cumplirle si me pedía (¿o exigía?) un número determinado de besos, por distanciarme de ella físicamente, por quien me escribía y quien no, mientras tanto, en un par de ocasiones me cité con esa muejor de dos meses que me engaño y yo, ilusionado de mí, decidí darle una copia de la llave de mi casa, porque en ella había encontrado nuevamente la charla que con Natalia jamás tuve, sobre una posibilidad e imaginarla, explotarla, no como con Natalia donde sólo era discutirla, la sentía una nueva y fresca amistad, que necesitaba urgentemente.

Creo fue hace dos meses, llegué con Natalia un día y aquí estaba ella, dormida en mi cama. Natalia salió corriendo hecha una furia, yo me quedé con mi amiga, en vez de ir a buscar a mi novia. A los 10 minutos regreso Natalia y me llamó mentiroso, que conmigo no quería hablar, que quería hablar con ella, con “La otra” según ella, que quería la verdad de los labios de ella. Me hice a un lado como lo pidió y salí de mi propia casa.

Regresé a los cuarenta minutos, quien se había quedado fue mi amiga, diciendo que estaba preocupada por mí, de Natalia esperaba poder hablar con ella un día pronto para explicarle, para decirle. A la mañana siguiente encontré la llave que tenía Natalia de mi casa en el comedor. Mala señal.

A los pocos días, un mensaje de Natalia me llega sobre que quiere hablar, así como unos discos y la copia de las llaves de su casa, abandoné las llaves de su casa en la canasta de una mesa en mi casa, parecía que ya no necesitaba cargarlas y sería un buen lugar para no olvidarlas ni cargar con ese peso en el llavero. Nos vimos, le entregué los discos, las llaves las había olvidado, de modo inconsciente, pero sabiendo de cierta forma que las dejé en aquella canasta esperando olvidarlas. Estaba dispuesto a hablar, pero ella me dio unos trastes, una chamarra y el florero que le había regalado mi madre y me dijo “Creo que esté es el adiós” y que le pediría a una amiga para que le hiciera la entrega de llaves a ella. No sabía que decir, aún menos que esperar, sólo le dije que sería necesario vernos nuevamente para que ella me regresara otras cosas, seguía molesto, cansado de la Natalia celosa que me había gritado mentiroso, de mi error ¿Qué esperaba si un día mi novia llega y ve a una mujer dormida en mi cama? Simplemente le dije adiós.

Pasaron unos días, mi amiga, Giselle fue mi consuelo, con ella salía, hablaba y me reconfortaba, me imaginaba tal vez que si lo de Natalia podía quedar atrás, tal vez podría ser un buen momento para reorganizar una nueva vida.

Hace veinte días que no veía a Giselle, me mandaba mensajes y nada más. Hoy me escribió para decirme adiós para siempre, aseverando que es una mujer terrible y exigente, que no toleraría ser plato de segunda mesa.

¿En serio creí que en la mujer con la cual sólo estuve dos meses y luego me engaño hace nueve años podría encontrar un renovado y buen amor? ¿Qué después del amor que me dio Natalia por más de cinco años y su amistad podría suplantarla en una amistad de a ratos, qué encontraría algo mejor, más puro?

Con ese mensaje hoy me dí cuenta, no sólo llevó varios días que dejé ir a un amor que se estaba tornando frío, sino que dejé que mi mejor amiga se alejara, lo cual es muy diferente y siempre valoré mejor que su cariño, de Natalia, y que ahora ya no tengo nada, la disque amiga se ha ido, mis amigos están lejos, y dejé que mi vida por seis años escapara con el corazón roto y una mentira en los oídos, sin hacer nada, sin tratar de evitarlo ¿Tan furioso y tonto soy?

Me quejaba de no poder llorar, de no poder soltarme a plenitud, hoy lo hice, pensando ésto, que Natalia ya no está, que el amor de mi vida, mi pareja, mi mejor amiga, la mujer a la que lo prometí mi todo, mi vida, ya no quiere saber nada de mí. Y la otra que se llamaba mi amiga, la que me engaño a los dos meses cuando fuimos novios hace tanto, era eso, otra mentira, y nada más, no lo supe discernir.

Son las seis de la mañana, el himno nacional suena por mi radio, no he dormido, primero sumergido en lágrimas, luego escribiendo este texto para entender lo que hice, lo que pasó. Y ahora lo veo, intentaré dormir, y despertando encaminare mis pasos a casa de Natalia, a regresar sus llaves y a preguntarle si existe la posibilidad de que quiera hablar conmigo, escuchar como la extraño, de como la necesito, y de que si llegará a encontrar perdón y olvido en su corazón para aceptarme en sus brazos. Si responde “NO”, entonces realmente no tendré nada, y por lo mismo nada que perder. Si responde que “SÍ”, entonces habrá vida para rato.

Nunca le pregunté a Giselle que le dijo aquella noche hace como dos meses a Natalia, no me importa, no voy a detenerme ésta vez, no voy a dejar que alguien tan importante para mí caiga en un olvido, no dejaré que se la lleven de mí. No sin preguntarlo de frente.

Así fue como mi construcción en el cielo se derrumbo con todo el infierno encima, por un capricho.


Y AHORA...

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