Buscando a quien querer



Siempre he tenido un terror hacía el mar, digo siempre porque es hasta donde mi memoria y por lo mismo, el tiempo hasta donde me pude existir lleva a una tarde de infancia y mejores motivos cuando el océano me reclamaba, una ola de la cual no pude levantarme, de la que sabía no escaparía, el miedo duró un instante, la certeza lo sobrepasó, de que el final de mi cuerpo quemado por correr en las arenas con el astro sol y una isla en el horizonte. “Así termina, aquí me voy” La ingravidez oscura exigiendo que desapareciera. Un instante después el azul filtrado por aguas volvía a cubrirme, respiraba y volvía a sentir los raspones de sal en las rodillas. No le di importancia, volví a correr y a ennegrecer mis muslos, mi cuello, mi cara, desde entonces, desde siempre, me aterra el mar.

Hubo, claro, una última ocasión, en una playa oscura bordeada de niebla gris y cálida en el golfo, en una reserva para la vida marina y la selva que entreabría sus ramas al mangle, que se apareció l ser marino más grande que hubiera presenciado frente a mi rostro en todos los años invadiendo con curiosidad lugar que pasara yo; Más ancho que mi tronco, de un blanco esqueleto y bordes del más brillante cobalto, ahí, en la orilla, dejándose acariciar por la fina corriente. Tan enorme, monstruoso y digno en el primer paso del viaje maravilloso que es hundirse en las aguas ¿Qué haría yo una vez advertido, alejándome del suelo y flotando en el verdor espumoso donde no pudiera ver ni tocar nada a mi alrededor, sin rosar siquiera las volutas que como humo acarician los pies al caminar sobre el fondo del mar?

Tan infinito, lejano, inalcanzable y no hecho para mí. Lo tenía ahí y hasta el final del mundo. Ya no lo puedo ver, concentrarse en las nubes, en el astro sea Selena, sea Helios, sean las estrellas, pero no en ese invitante suelo cambiante de secretos.

Con todo, a un solo paso, el más humilde de sus guardianes saturaba mi imaginación, de pensar que podría haber más allá ¿Cómo podría sumergirme en el mar? Sin temblar, sin suponer lo peor en l mínimo roce de algo que no fuera viento y marea ¿Cómo?

¿Qué hacer frente al mar, quien pudiera llamarse su conocedor, cómo afrontarlo sabiendo tan poco. Donde ninguna capacidad humana sirve sino es para flotar un momento, tomar un suspiro y evitar ahogarse, encararlo sin miedo? Porque lo conozco, su calor, el hielo que inyecta de las piernas al cuello y corona con incertidumbre, su delicioso ambiente y aroma, lo efímero de la felicidad y toda construcción a sus puertas.

Tengo todo mi falso valor, todo mi deseo, pero aún así, no puedo enfrentar el mar.

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