Caminando al otro lado


Al pasar los años, hay cosas que nos unen más y más con muchas personas, como lo son aquellas amistades ya antañas las cuales sin importar el tiempo y la distancia no pasa nada, y gracias a mis multiples dioses les puedo presumir unas pocas cuantas. Por desgracia muchas veces, los elementos que se acumulan sobre nosotros en nuestro aprendizaje o personalidad o espíritu, simplemente en las cosas que nos definen como personas, no son precisamente una acumulación de lo anterior, sino un cambio radical al menos después de no poder discernir el instante de transcición de uno al otro, y eso muchas veces destruye una parte de nuestro pasado el cual quisieramos conservar, sí, gracias a esos cambios llegamos sino a comprender del todo muchas cosas del pasado, al menos les damos otra consideración, incluyendo los actos de nuestros padres que al final resultan un poco más humanos de lo que nos gustaría. Pero otras cosas se pierden para siempre, ya no podemos convivir del mismo modo con muchas amistades, con muchos parientes, en muchos medios y círculos que antes nos eran el agua ideal para desarrollarnos como peces exóticos justos en el mar perfecto. Pero nosotros cambiamos, los demás cambian.

Por suerte muchas veces reencontramos nuestro ecosistema, en nuestras nuevas aficiones y pasiones, e incluso personalidad encontramos nuevos peces para construir otro cuerpo unido, aunque la incertidumbre sobre lo que pasará cada vez sea mayor conforme la experiencia de cambio se hace mayor.

Lo que me asusta ya pasado años y con el siempre inminente cambio de año en el calendario cristiano occidental, es el que tal acumulación de cambios en mi persona se han vuelto una amalgama demasiado aberrante para ser bien recibida no sólo en mis círculos anteriores, sino en mis nuevos círculos, ya no encuentró esa conexión, esa identidad en lo que hago, no importa si es la escuela, mis aficiones, mis gustos e inclusive mis placeres, ya no puedo topar peces con los cuales armar tan hermoso conjunto. Aún tengo muchas amistades, y muchas muy buenas y otras pocas nuevas, pero ya no me encuentró del todo en ellos, ahora ya sólo escucho palabras de: "NO entiendo de que hablas" en todos los lugares, ya en todos los niveles. Claro que podemos platicar, pero esa conexión, ese "tú eres yo" ya no lo siento del todo.

Creo que ya llegué al otro lado, ese lugar donde sólo puedo fragmentarme para coincidir con las realidades del universo y de las demás personas.

Pero no importa, el mundo es muy pequeño, pero yo lo soy más, así que debe haber alguien o algo en algún lado aunque sea en la muerte o en otra metamorfosis de personalidad donde me pueda encontrar el arrecife perfecto para mí.

Tal vez mi viejo, querido y cansado amigo Pelletier tenía razón al decir: "Flaco extraño, creo que has leído demasiado"

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