El Sacrificio de Isaac


Había caminado durante casí dos días, tenía ya que haber atravesado la mayor parte del bosque dentro de la reserva, lo suficiente para ya no poder identificar los montes que en su momento estudió de una guía de turistas, la prueba no presentaba ningún reto, o no lo presentaría para su cuerpo recién dejando la veintena sino tuviera que llevar en brazos a su hija de dos meses y algo de comida para que al menos pudiera dar de amamantar a la pequeña.

No era pobre, tampoco era una fugitiva, la posesión de su hija era un acto más que legal y su situación en el país no representaba ningún inconveniente, el problema no era conseguir un medio de transporte mucho más cómodo y menos cansado que su par de zapatillas deportivas, el verdadero problema era la dirección a la que se dirigía. Desde casí dos meses no dejaban entrar a nadie al parque nacional, y los rumores respecto a lo que pasaba ahí se habían vuelto cada vez más tétricos conforme aparecian nuevos testigos y desaparecian otros tantos y conforme eso sucedía, las variaciones llegaban al punto donde el mismo Jesucristo sonreía a los nuevos llegados mientras Elvis Presley y el Yeti entregaban bebidas de cortesía, pero la esencia del rumor y su común denominador en todos lados era el mismo; si uno sacrifica su propio hijo en el río conseguiría la inmortalidad. La noticia le llego cerca de un año atrás cuando un hombre se declaró culpable del asesinato de su hijo mientras pasaban un fin de semana remando, el hombre no había podido soportar la culpa por el hecho de haber al parecido recuperar su edad física de aproximadamente los veinticinco, frente a lo cual declaró: "Realmente no podía tolerar que mi hijo fuera un homosexual, pero ahora con este cuerpo y toda una nueva vida por delante, tal vez incluso yo desee probarlo". Al hombre lo declararon culpable de asesinato y por sus declaraciones fue internado en un hospital por 45 años o hasta admitir que un hombre de veinticinco años no podía ser padre de un chaval de veinte años. El hombre respondió a el dictamén diciendo que no importaba el lugar ni el tiempo que lo encerrarán, el siempre podía esperar. La dama en cuestión que caminaba con cautela por entre las enormes raices de cecoyas era periodista de nota roja para un periódico del condado y mantenía un pequeño videopodcast sobre curiosidades de los pueblos aledaños, fue así que a lo largo de su embarazo en ese entonces temprano comenzó con esa noticia, a los dos meses cuando su estado físico que tanto deseaba ocultar a sus padres iniciaba a notarse, le llegó la nota de un contacto en el hospital que uno de sus internos había escapado después de semanas declarando que un hombre le había enseñado el secreto de la inmortalidad, entonces que asesinaría a la perra de su hija ahogandola en el río, a los 15 días encontrarón el cadáver de la hija ligeramente descompuesto y con los pulmones llenos de líquido cerca de la costa gracias a una pareja de quinciañeros que decía ver sólo el atardecer en un páramo bardeado y solitario.

Jamás lo hubiera creido, pero sin pasar diez días otro cadáver fue encontrado, en esta ocasión el de un niño de apenas un par de años que fue identificado como el hijo de un empresario de un estado colindante del parque nacional, la misma madre lo declaró desaparecido junto con el marido después de que "Un joven que decía conocer a mi esposo desde la universidad habló con él una noche en la casa y después lo frecuentó por varios días, siempre viendo a nuestro hijo de modo raro." Y así continuó el grupo de eventos extraños junto con los rumores, así pasarón los meses de su embarazo hasta que no pudo ocultarlo y se los reveló a su madre y a su novio padre del hijo, como era evidente, ya lo sabía, por más sutíl que deseaba ser, los dolores, el vómito y los constantes viajes al tocador la delataban, fue ahí que su madre la culpo de ser una puta inconsciente y el novio siendo un simple estudiante promedio de un pueblo pequeño se escabulló la misma noche en la que había declarado defender el nombre de su novia y cuidar de su hijo sin importarle su vida. Pasó más tiempo y el escándalo en vez de alcanzar un nivel de ruido nacional o internacional por la constante aparecida de cuerpos de jovenes putrefactos, parecía ser silenciado cada vez con mayor fuerza, desde las constantes evasivas del comisario hasta el cerco militar en la costa donde desemboca el río y alrededor de todo el parque de cerca de diesciseis mil hectáreas, por supuesto no todo era cubierto por los militares que simplemente declaraban cuidar a las personas de un "único y solitario" asesino de personas jovenes, que al tenerlo encerrado en el área necesitaban un gran esfuerzo para capturarlo en el bosque, por supuesto eso no respondía el constante número de naves áereas que llegaba y circundaban el bosque, principalmente los helicópteros, y las otras cientos de discrepancias entre lo que se declaraba y en lo que algunos soldados decían después de desertar por ver "abominaciones terribles".

Entonces nació su hija, pesando un poco menos de lo normal, pero ya nada raro en las jovencitas tan temerosas de una apariencia inferior a la de una anorexica, ni siquiera presentó una situación grave que unos días en una incubadora no pudierán solucionar, su hija era fuerte y había nacido sin problemas a pesar del aborto que intentó automedicandose con cosas que había leidó en internet, y por las drogas recreativas que consumía por las depresiones con un grupo de amigos de un amigo, pero siempre temía ponerse en una situación que conllevaría a su violación, por lo que jamás consumía más de lo que la mareara un poco y le quitara la tristeza de un ser creciendo en su interior, de esa bomba de tiempo dispuesta a destruir su vida. La maldita había nacido fuerte y sana, ella no podía soportarlo, no podía enfrentar el cuidar una hija sola, sin siquiera el apoyo de su madre, o el de sus amigos, y lo último que deseaba era hacerle unos favores sexuales repentinos al editor por el puro derecho a conservar su trabajo y tener la oportunidad de cuidar a su hija, el muy bastardo se lo había dicho de frente, que era el único costo que tendría su empleo sin importar que tanto saliera para cuidar a su hija.

Eso era lo que la había llevado a escapar de casa e internarse en el bosque con su hija lo suficientemente fuerte para aguantar un par de días a la intemperie sin morir, o al menos a no morir en esos dos días. La posibilidad de que los rumores desde ese tipo y el asesinato en los botes fuera verdadero, que el cerco militar significará que el gobierno escondía la fuente de la eterna juventud al precio de un hijo, eso la había movido tan lejos, y ahora lo estaba, posiblemente cuando amanecierá, lo haría con el río a sus pies.

El ruido de agua corriente aumentó progresivamente junto con la iluminación, anunciando tanto su llegada como la salida del sol, al llegar al río, había llegado a una de las partes altas, donde apenas es un riachuelo, eso explicaba el frío y lo solitario del lugar, en ese sitio con tan sólo suficiente profundidad para mojarse los talones sería imposible ahogar siquiera a un niño que pudiera caminar, pero a un bebe como el suyo, sería facíl. La mujer volvió el rostro hacía su hija, hacía ese rosado rostro tan fuerte, tan sano, tan lleno de vida y de promesas, hacía esa maldita larva que le había destrozado el cuerpo mientras la parasitaba, a ese pequeño monstruo que le destrozaría los nervios por años con sus gritos, quejas, caprichos y su casí segura mediocridad de no poder recibir una buena educación de una madre enferma y triste, al odiaba, la odiaba a la muy maldita, ese diminuto paquete de porquería no tenía derecho a llevarse su vida, la que tenía derecho a vivir una vida plena por siempre era ella, la mujer, no la niña. Así con un grito de odio y victoria frente a su mayor enemigo, la mujer hundió el rostros de su hija de dos meses en uno de los charcvos que había formado el riachuelo, y sostuvó esa posición incluso cuando el mediodía había pasado.

El hambre la sacó de su trance, y retiró el frío bulto que ahora tenía en sus manos arrojandolo a un lado sin quitar la mirada del lugar donde había hundido el rostro de su hija, aún veía a través del agua transparente el sitio en la tierra que había sido el lugar de muerte de la maldita, aún veía casí implantada en la tierra la faz de aquella abominación que había surgido de su vientre, entonces observó la superficie del agua, y vió su respuesta, se vió nuevamente como hacía diez años, con el rostro rosado, lleno de vida, su cabello brillante, entonces comenzó a revisarse, a ver que la cicatríz de la cesárea había desaparecido junto con otras tantas de su infancia, se encontró sin cansancio, sin dolor alguno, con unos senos rebozantes de juventud y no hinchados por la leche de la lactancia, lo había conseguido, era joven y hermosa otra vez, y posiblemente para siempre.

Caminó por varías horas hasta que comenzó a escuchar voces y los ruidos de aeronaves se hacían más frecuentes, entonces lo vió, un área del río llena de personas, conforme se acerco vió que algunas bebían tranquilas en mesas cercanas al río, otras tantas nadaban en algunas partes y otras tantas se perseguían entre risas alrededor de los árboles, todas personas jovenes, todas personas hermosas, muchas parecían extranjeras, otras tantas le recordaban versiones mejoradas de personas que juraría haber visto en televisión. Sin nada mejor que hacer se sentó cerca de un grupo y escuchó por horas; "Ahora no importa, para mañana seremos cerca de dosmil y con el tiempo nuestros enemigos simplemente morirán...", "...Pakis tienen las cabezas, con un par de sobornos podriamos destruir áreas enteras de negros, amarillos, y hasta judios, después de cincuenta años, ya habremos moldeado el mundo a lo que queremos...", "Por siempre en el poder...". Entre brindis, risas y gorjeos de esa gente hermosa al fin comprendió, todas las personas que habían sido consideradas importantes y tenían hijos habían llegado a ese lugar para obtener la inmortalidad, en un par de semanas volarían el parque con el pretexto de ser un esfuerzo fallido oriental de destruir la capital, entonces podrían iniciar sus guerras y nadie más podría ser inmortal y hermoso para siempre, así ellos forjarían el futuro, un futuro que cerca de dosmil personas jovenes no conocerían pero que gracias a ellos sucedería.

La mujer lloró, lloró por escuchar lo de los genocidios, por la inmensa pila de cadáveres que se arrejuntaba cerca de la costa, por las guerras por venir, por las tiranías inacabables que se sucederían, por la guerra que posiblemente acabaría con un tercio o más de todas las personas del mundo, las suficientes para poner las cosas en su favor, y lloró hasta que un apuesto hombre rubio con acento europeo le preguntó:"¿Por que lloras hermosa dama?" a lo que ella respondió "No puedo creer el hermoso futuro que me espera". Y así, los dos se levantarón para contemplar el atardecer de ese día junto al río, un atardecer que les pareció a ambos, muy bello.

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