Ejercicio Inconcluso


Esto pretendía ser la introducción de un cuento, pero se perdió en las ramas de los bosques y jamás regreso a la civilización, sólo para que tengan algo que leer un ratito, o insistan y no lo vean tan horrendo y valga la pena acabarlo, simplemente el hilo de narración me parece tan torcido, que podría subir una escalera de caracol sin dar ninguna vuelta

Cosas extraordinarías siempre han sucedido en la isla, hablo de lo que le sucede a la gente. Una vez hace años el mismo diablo jugó billar con uno de los gemelos Fennigan a cambio del alma de su hermana, en otra ocasión el viejo Cavendish después de morir, celebro su funeral con nosotros por tres días hasta que la cerveza se agotó, entonces no vio el punto de seguir dando pasos en lo terrenal y se fue a donde sea que los Cavendish del mundo se van. También han visitado magos y princesas de turquesas turbantes y senos de melocotón para casarse a la luna llena con vagabundos, esa clase de cosas sí pasan, pero como lo que le sucedió al pobre Edgar, eso jamás se había visto, ya quisiera yo ver a cualquier predicador decirle a los niños del viejo solario que intentaran creer que lo que le sucedió fue por amor.

Lo que te sucede en esta isla, es todo cuestión de suerte, hace muchos años, cuando aún era muy niño para acordarme bien, un antiguo profesor inglés obtuvo de un trovador un pasé a la librería de Alejandría, fue una desgracia que años después encontrarán un cadáver quemado muy viejo con un relój de la casa Whitechapel en su bolsillo, pero Edgar, ese pobre muchacho que había llegado desde tan lejos para iniciar una vida de aventura y pasión en los largos dedos de una morena de ojos color mar, eso nadie se lo espero, aunque a nadie sorprendio.

Han de saber, que como en todo pueblo pequeño hay un único lugar donde saber las historias, ser testigo y escuchar de primera mano aunque provenga de los labios de la señora Figueroa sobre los encantamientos por la luna llena y el solsticio de otoño, siempre bajo la cálida calma ambar de nuestro vino y siendo arropado entre los fuegos y maderas de nuestra amada taverna. Como en toda isla pequeña en la que los habitantes se conocen desde que la palabra existe y el chisme fue concebido, el pub de Allister es un sitio donde uno puede sentarse a buena compañía de los jovenes al mediodía, de los señores a media tarde y de las personas de mentalidad anciana rumbo a la medianoche, para saber sobre el nuevo hijo de la señora Murrieta y hacer apuestas sobre el padre, el escuchar todas las historias que viajan en el aire y sobre los pastos, de los secretos escondidos en la lluvia cuando dos amantes se encuentran bajo el puente de Leroy y claro, sobre los nuevos visitantes. No fue sino hace cerca de dos años que a las naranjas paredes de yeso el niño Orión, sexto hijo de la viuda Murrieta siempre identificable por su boina escosesa herencia de un abuelo que decidio adoptarlo porque decia era la propia imagen de su hijo, un héroe naval que pasó una temporada en la isla, sólopara traer a su familia y morir unos cuantos años después (Aunque la señora Figeroa insite que el chocho lo confundio con Santiago, el quinto hijo de Murrieta y medio hermano mayor de Orión). Llego ese día que había sol de plata sobre los campos, un mal presagio en un una isla donde la lluvia, húmedad y las narices rojas son el mejor clima que uno puede esperar en la media primavera, el joven Orión. Sus ojos brillaban tanto como el astro rey en el cielo y su sonrisa en su boca, para sus diescisiete años, todo mundo sabía que había llegado un barco con muchachas de tierras lejanas con todas las promesas del sueño, jovenes de encerrados cuartos que deseaban tirarse a la calle y bolsillos repletos rogando por vaciarse en aras de una buena historia, y eso le sobraba a la juventud y lengua de Orión, pero como buen sobrino, ahijado o hijastro en algún momento de posiblemente media isla primero fue a darnos aviso a nosotros, la parvada de los Gansos con pico de Oro. Muchos supondrían que nuestras voces y bella tesitura como amigos desde siempre nos había gando el apodo, pero no, simplemente nadie graznaba más y más lejos que nosotros como grupo. Nuestra sospecha por la evidencia en la cara del muchacho fue confirmada, nos decía que era un barco de intercambio, que traía muchachos de tozudos bigotes y mujeres jovenes de diversos talles que intercambiaban sus estancias por todas las costas en escuelas, universidades y conventos de todas las costas y a infortunio suyo y sino propio de nuestras playas, una falla los dejaría con nosotros una semana, lo que sería suficiente para llenar de folklor al mundo entero otra vez.

Sabiendo lo que se avecinaba, el adorado señor Bushanti, encargado de nuestro bendito y sancto sanctorum dejo que su labio inferior se le adelantara al superior, cerro los ojos y asintió a brazos cruzados dando muestra mimica que entendía la situación en la que se encontrarían todos esas cabezas ignaras en unas horas, al haber sido el mismo señor Bushanti un joven matemático que un día por destino piso nuestra tierra y se quedo para siempre. Aún insite que en Oxford lo extrañan como el mayor genio de propiedades para conjuntos, pero ni los mismos secretos de la Kabahla dejaron que el Rabí Papadoupolus no fuera víctima del linaje femenino de las Corsa, ya que si hay una mujer en el mundo por la cual sacrificarías al mismo dios sobre una piedra es un mujer Corsa. La señora Figueroa les tiene mucho recelo, ya que por diversión le quitaron de los brazos a más de un principe de piel castaña, pero las Corsa no son brujas, solamente son una raza aparte de ninfas, hablando en sentido figurado claro está, y la señora Figueroa es una bruja, en el sentido literal, que con hechizos siempre ha atraido algún jovenzuelo de los mares a su lecho, pero como en un mundo correcto, el amor verdadero siempre supera su embrujo más poderoso, aunque como en todo mundo torcido, éste jamás es correspondido de forma correcta.

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